Los orígenes del espiritismo o espiritualismo como fenómeno sociocultural se remontan a la segunda mitad del siglo XVIII, cuando aparecen los primeros intentos de racionalizar la posibilidad de contacto con las almas de los muertos en medio del triunfo de la Ilustración. Algunos de los elementos que más tarde formarían parte de la práctica de las sesiones espiritistas fueron utilizados activamente por los legendarios aventureros de la época, Alessandro Cagliostro y el Conde de Saint-Germain. Sin embargo, el espiritismo se utilizaba aquí con fines estrictamente comerciales: una especie de espectáculo teatral místico, capaz de aportar a su «productor» prestigio en los círculos más altos de la sociedad europea y una riqueza considerable.
Sin embargo, el florecimiento del espiritismo se produce en la segunda mitad del siglo XIX, cuando este fenómeno se difunde ampliamente no sólo en el entorno aristocrático, sino también en las obras de pensadores y científicos. Surgida poco antes, la doctrina de los filósofos-positivistas proclamaba la prioridad del conocimiento empírico sobre el metafísico en el estudio de los fenómenos del mundo, lo que respondía a los criterios de la búsqueda de un método científico objetivo. El espiritismo se convirtió en una «respuesta» intelectual a los conceptos positivistas; el principio experimental desempeñó aquí un papel fundamental, y la práctica mística intentó imitar los métodos científicos de investigación.
El punto de partida en el desarrollo del espiritismo experimental fue un acontecimiento ocurrido en 1848 en la provinciana ciudad estadounidense de Hydesville. Allí, dos muchachas, las hermanas Kat y Margaret Fox, aparecieron repentinamente en el «espíritu del señor Sealift», que había muerto en su casa. Las chicas escucharon un extraño sonido rítmico de golpes y comenzaron a devolverlos, estableciendo pronto un código de sonido especial que más tarde se convirtió en la base de la mecánica para llevar a cabo una sesión de ouija. La noticia de esta historia se difundió con bastante rapidez en el Nuevo Mundo, y en la década de 1860 la moda del espiritismo había penetrado en los círculos intelectuales europeos. Como resultado, a finales del siglo XIX más de 8 millones de personas pertenecían a esta tendencia.
Herederos de las tradiciones místicas de Edgar-Alan Poe, los médiums y ocultistas estadounidenses fueron los primeros en proclamarse fundadores de una nueva enseñanza religiosa basada en los rituales nacionales y las tramas folclóricas. Sin embargo, posteriormente, los partidarios de establecer contacto con los espíritus se dividieron en dos grupos. Uno, el de los espiritistas, estudió los componentes fisiológicos de la reencarnación y los principios y límites de la relación espíritu-cuerpo. El segundo grupo, el de los médiums, estaba liderado por el físico británico y miembro de la Royal Society of Science, William Crookes, que pretendía argumentar científicamente el contacto con los espíritus. Los años setenta fueron una época de verdadero auge espiritista, en la que muchos de los principales científicos de la época intentaron utilizar la metodología de su campo de estudio -física, matemáticas, química, astronomía o zoología- para demostrar la posibilidad de comunicación con el mundo de los muertos.